Nievan plumas, se oyen tiros
caen despacio, lentamente.
Suenan risas, y los riscos
se oscurecen tristemente.
Las perdices van cayendo
como guindas de un cerezo.
Y los pobres contadores
llevan la cuenta en silencio:
“Cuatro más una son cinco,
más cinco en ese otro cerro
son diez, y la de la encina,
y la que se comió el perro,
y seis que van de propina,
que yo ya me las agencio”.
Poco a poco pasa el tiempo
y va terminando el ojeo
- Anda, chico, sal corriendo,
no te coman el terreno.
No sea que esté saliendo
el cargador del banquero,
que ese coge de las suyas…
…y las que pille por medio.
Por cada dos que me traigas
que no sean de mi predio,
te doy cien euros del ala.
Venga, quítate de en medio,
que son dieciseismil calas.
Ya se inician las carreras
entorno a puestos señeros.
Mientras, tras de las pantallas,
se afanan los jamoneros:
- Paco, vengan las vituallas,
antes que empiece otro ojeo,
reparta usted los brebajes,
que si no yo me mareo.
- Felipe, déme masajes,
que se me quite el cabreo,
que el Consejero me ha puesto
el deltoides como un cuerno.
- Este Reserva Ribera
es una franca delicia
tiene la cata más buena
que una teta de novicia.
- Calla, que no te oiga
el suegro de la Leticia.
Nievan plumas, se oyen tiros
caen despacio, lentamente.
Suenan risas, y los riscos
se oscurecen tristemente.
Poco a poco van llegando
de recoger las perdices:
- Don Pablo, veinte le traigo
y hasta cuatro codornices.
- No está mal ‘pa’ haber bajado
sólo tres, ¡vaya narices!.
- Tenga usté, son, ¡treintaycinco!
- Buena labor ha realizado
- Treinta suyas, y otras cinco
al banquero le he robado.
- Mejor saben esas cinco
que mil lomos adobados.
En la campa del cortijo
ya están puestas en tapete.
Y el Manuel, el más canijo
Ha robado un ramillete
- ¡Cagüen Ros! ¡Cagüen mi pijo!
¡Y en la que parió a Perete!
¡Sólo hemos liquidado
dosmil trescientas siete!
(dice El Conde, todo rojo,
por la calor del clarete).
- Pero, Conde, ¿no lo ves?
sólo faltan ‘pal’ doblete
unas ciento noventa y tres.
- Patxi, macho, coge el coche
y te traes un par de cientos
antes que se haga de noche
del granjal de Cenicientos...
...te las traes, las acogotas
y aumentamos el tapete
- ¡Charly, por favor, no jodas!
- Que te pago un buen polveeeeete.
Moraleja:
Y así fue como este Conde
(que, como dicen por aquí
“éste ni es Conde ni es ná”)
consiguió al fin asesinar
dos mil quinientos gallinos,
aún a costa de infestar
el campo con artificios…
…En una finca señera
donde volaban perdices.
Hoy en toda ella entera
te toparás de narices
con miles de gallinazos,
con el Patxi, con el Conde,
con dos mil trescientos lazos,
y aunque algún zorro se esconde,
poco durarán sus pasos
bajo el implacable azote
de trampas y trabucazos.
Qué tristeza y qué pena,
le ha caído a nuestros campos.
Qué implacable condena
a los cirates y rasos.
Todo este circo de infamia,
todo este bodrio infectado
de superficial endogamia,
de trapicheo engomado.
Con el plácet de los reyes,
con la risa de banqueros…
¡¡Con una yunta de bueyes
les planchaba yo los huesos!!.
Andad y contad, cofrades
este cantar emplumado
por cerros y peñascales,
para que el mundo enmontado
sepa así todos los males
que han montao cuatro matados.
Andad y contad, cofrades
a las nieblas y a las brisas.
Andad y contad lo que hacen
entre whiskys y entre risas
con los campos de Castilla
antes de que los acallen.
¡Ay! los pies de nuestros reyes
ahora pisan a La Reina.
¿Correrán tiempos alegres
en que a Ella se dobleguen?.
El Abrojo.
caen despacio, lentamente.
Suenan risas, y los riscos
se oscurecen tristemente.
Las perdices van cayendo
como guindas de un cerezo.
Y los pobres contadores
llevan la cuenta en silencio:
“Cuatro más una son cinco,
más cinco en ese otro cerro
son diez, y la de la encina,
y la que se comió el perro,
y seis que van de propina,
que yo ya me las agencio”.
Poco a poco pasa el tiempo
y va terminando el ojeo
- Anda, chico, sal corriendo,
no te coman el terreno.
No sea que esté saliendo
el cargador del banquero,
que ese coge de las suyas…
…y las que pille por medio.
Por cada dos que me traigas
que no sean de mi predio,
te doy cien euros del ala.
Venga, quítate de en medio,
que son dieciseismil calas.
Ya se inician las carreras
entorno a puestos señeros.
Mientras, tras de las pantallas,
se afanan los jamoneros:
- Paco, vengan las vituallas,
antes que empiece otro ojeo,
reparta usted los brebajes,
que si no yo me mareo.
- Felipe, déme masajes,
que se me quite el cabreo,
que el Consejero me ha puesto
el deltoides como un cuerno.
- Este Reserva Ribera
es una franca delicia
tiene la cata más buena
que una teta de novicia.
- Calla, que no te oiga
el suegro de la Leticia.
Nievan plumas, se oyen tiros
caen despacio, lentamente.
Suenan risas, y los riscos
se oscurecen tristemente.
Poco a poco van llegando
de recoger las perdices:
- Don Pablo, veinte le traigo
y hasta cuatro codornices.
- No está mal ‘pa’ haber bajado
sólo tres, ¡vaya narices!.
- Tenga usté, son, ¡treintaycinco!
- Buena labor ha realizado
- Treinta suyas, y otras cinco
al banquero le he robado.
- Mejor saben esas cinco
que mil lomos adobados.
En la campa del cortijo
ya están puestas en tapete.
Y el Manuel, el más canijo
Ha robado un ramillete
- ¡Cagüen Ros! ¡Cagüen mi pijo!
¡Y en la que parió a Perete!
¡Sólo hemos liquidado
dosmil trescientas siete!
(dice El Conde, todo rojo,
por la calor del clarete).
- Pero, Conde, ¿no lo ves?
sólo faltan ‘pal’ doblete
unas ciento noventa y tres.
- Patxi, macho, coge el coche
y te traes un par de cientos
antes que se haga de noche
del granjal de Cenicientos...
...te las traes, las acogotas
y aumentamos el tapete
- ¡Charly, por favor, no jodas!
- Que te pago un buen polveeeeete.
Moraleja:
Y así fue como este Conde
(que, como dicen por aquí
“éste ni es Conde ni es ná”)
consiguió al fin asesinar
dos mil quinientos gallinos,
aún a costa de infestar
el campo con artificios…
…En una finca señera
donde volaban perdices.
Hoy en toda ella entera
te toparás de narices
con miles de gallinazos,
con el Patxi, con el Conde,
con dos mil trescientos lazos,
y aunque algún zorro se esconde,
poco durarán sus pasos
bajo el implacable azote
de trampas y trabucazos.
Qué tristeza y qué pena,
le ha caído a nuestros campos.
Qué implacable condena
a los cirates y rasos.
Todo este circo de infamia,
todo este bodrio infectado
de superficial endogamia,
de trapicheo engomado.
Con el plácet de los reyes,
con la risa de banqueros…
¡¡Con una yunta de bueyes
les planchaba yo los huesos!!.
Andad y contad, cofrades
este cantar emplumado
por cerros y peñascales,
para que el mundo enmontado
sepa así todos los males
que han montao cuatro matados.
Andad y contad, cofrades
a las nieblas y a las brisas.
Andad y contad lo que hacen
entre whiskys y entre risas
con los campos de Castilla
antes de que los acallen.
¡Ay! los pies de nuestros reyes
ahora pisan a La Reina.
¿Correrán tiempos alegres
en que a Ella se dobleguen?.
El Abrojo.
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